viernes, 14 de mayo de 2010

Vestigios de un galán

por Leandro Palazzo

Antes era impulsivo, y un poco más caradura, sin especular efectuaba a la perfección planes inescrupulosos en el campo de la conquista. No existía impedimento alguno cuando se trataba de coquetear a una mujer, y mucho menos si ésta me gustaba en demasía. Iba al frente, sin problemas, encaraba la situación. Tomaba el toro por las astas y lo domaba a mi antojo, a mi gusto y piacere. Mi porte vestido íntegramente de decisión y entereza me brindaba el plus necesario para que las andanzas no terminaran en fracasos. Ganaba, siempre ganaba. Si la situación se ponía difícil, una luz celestial me iluminaba a tiempo y lograba timonear el barco en la tempestad. Sabía cómo hacer para no caer en las trampas del desamor. Las mieles de la efectividad me empalagaban, y hasta llegué a seleccionar presas inalcanzables sólo por el hecho de poner a prueba mi método práctico. Hasta el preciso momento en el que comenzaba a ganarme el descalificativo mote de “chamuyero”, todo duró hasta ahí. ¿Fue casualidad?, no sé, quizás. La cuestión es que una de mis presas logró transformarse con tiempo en reina de mis movimientos. Y caí, fui esclavo. Fui un ex galán de telenovelas, pero que aún no había cumplido su contrato. Aún me quedaban por cumplir cuentas pendientes, como por ejemplo levantarme a una mina en un transporte público. Estaba a punto de lograrlo, sin embargo me retiré por propia voluntad y ahí perdí el envión que venía forjando desde la pubertad. Retornar me resultó difícil, pero se logró. A medias tintas, todavía estoy lejos de ser lo que en algún momento fui. ¿Seré lo que en algún momento fui o ya pasó mi tren? Y las oportunidades se me escapan de las manos como agua pura entre mis dedos. Y las chicas me miran en el subte, confundidas, creyendo que aún mantengo ese porte que tenía antes de que ellas me conocieran en la calle. Y no, no puedo, sigo con la cuenta pendiente.

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