lunes, 10 de mayo de 2010

Otoñando

por Alejandro Bianco

Qué manera de otoñar, Dios mío, qué rápido se hace el otoño por estas latitudes. Llega marzo y todavía estamos livianos y francamente descalzos, pero de repente se sale a la calle y se siente un primer aire fresco y se tiene que desempolvar la primera lana, el primer cierre relámpago, el primer artificio de calor. El otoño es así, está lleno de artificios por donde se lo mire. ¿Qué es la hojarasca sino un montón de basura de más, con el único propósito de entristecernos las veredas? Las hojas secas son la lagaña de los árboles, utilería inútil, porquería color ocre que pronto llenará las hojas canson de los nenes de la primaria.

Al primer fresco lo sigue el segundo, y así indefinidamente. Muy pronto, a las seis de la tarde, en lugar de sol hay una lucecita chatarra que ni siquiera llega a entibiarnos las manos o el asfalto.

Qué manera de otoñar, qué manera de ponernos tristes. Pero aun así, viviríamos otoñando, otoñaríamos sin problemas si no supiésemos que lo que llega después es el invierno, cuando el juego realmente se termina y la ropa ya nos sepulta desde la nariz hasta los pies.

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