lunes, 28 de junio de 2010

Qué bien Tevez, Carlitos


por Alejandro Bianco

¿Existirá alguna mujer a la que no le caliente Tevez?

A las pruebas me remito: chusmeen esto y esto o, sin ir más lejos, hombres del mundo, escuchen a sus hermanas, a sus novias, a sus suegras, a sus propias madres...

Me parece que Carlitos despierta el instinto salvaje en todas o en casi todas. Nunca veo a las mujeres tan auténticas como cuando lanzan sentencias sobre el delantero goleador de Fuerte Apache: "Cómo me calienta", "El más lindo de todos es Tevez", “¿Sabés cómo le doy?”, o cuando, a la inversa, descalifican a los demás jugadores para ensalzar aún más la figura de Carlitos: "Higuaín es súper normal, no me dice nada", "Messi tiene cara de nene o de mogólico", "Mascherano tiene un quilombo en la cara".

Uno, como hombre, se queda atónito. Desearía conocer el bendito mecanismo en la mente femenina por el que toda la vieja historia del carilindo, el rubio de ojos claros y el varón apuesto, historia más vieja que Blancanieves, se va para el tacho, y es reemplazada por este curioso ejemplar de macho salvaje y comedor de sus propias eses.

Claro que no faltará mujer que todavía lo niegue, que todavía se engañe a sí misma, que todavía resista en su castillito de cristal en el que ella es ama de casa y Ken, el novio de Barbie, su amante furtivo. No faltará mujer que diga: “Ay, no, ese negro…”. Pero cada vez quedan menos.

En Inglaterra, cuna de Beckham, de la nobleza y de la caballerosidad, la gente adora a este villero cuerpo de tractor. Los súbditos del príncipe Charles eligen quedarse con este otro Carlitos, el "Argentine, Argentine", pampeano y degustador de cumbias.

¿Será que los ingleses y las minas fanas de Tevez se parecen más a lo que son cuando piensan en Tevez? ¿Será que Carlitos desnuda su verdadero ser?

¿O será que el mundo está lleno de Beckhams y de Christianos, pero Tevez hay uno solo?


Publicado por d-10, 2010.

viernes, 25 de junio de 2010

Dialogos callejeros

por El Andante Solitario

Pedante galantería machista


ÉL: ¿Conocés Devoto?

ELLA: Sí, como no voy a conocerlo. Nací ahí y viví 20 de mis 23 años.

ÉL: No te puedo creer, estoy asombrado.

ELLA: ¿Porque soy de Devoto?

ÉL: En parte. Y también porque sos muy chica.

ELLA: ¿No serás vos muy grande? (ríe)

ÉL: No me hagas esos chistes que me pongo mal. (¿ríe?)

ELLA: Bueno, perdón, jefe.

ÉL: Sabes que acá ya no soy tu jefe – se interrumpe – guarda con el escalón.

ELLA: ¿Por qué me preguntabas lo de Devoto?

ÉL: Porque cruzando la avenida, ahí donde ahora es “Devoto Norte”, hay una casona donde se desgustan vinos. Es tremenda, podríamos ir para allá el viernes. El rincón del Borbón, se llama.

ELLA: Ah, no, no conozco mucho.

ÉL: Antes estaba ese lugar que era espectacular, donde se cocinan todo a leña… ¿cómo es que se llama…?

ELLA: No, no sé, ni idea

ÉL: No sé si segurá estando, era cruzando la plaza

ELLA: ¿En Devoto?

ÉL: No, en Devoto Norte

ELLA: No sé, no soy de salir mucho a comer afuera, solo voy a la casa de mis viejos.

ÉL: Ay, pero ¿cómo era que se llamaba? – se interrumpe – bue, no, vos sos chica, que te vas a acordar…no te debés ni acordar el nombre, ni nada. Solo los hombres siempre nos acordamos donde se toma un buen vino, pero… ¿Cómo se llamaba?

*

“Allá tengo todo”


ÉL: Entonces…

ELLA: Sí, me voy a ir para el sur

ÉL: ¿Estás segura de que querés volver?

ELLA: Sí, ya lo pensé bastante. Allá está mi vida, lo de venir a Buenos Aires fue un intento, no digo que no haya estado bueno, te conocí a vos, pero…

ÉL: ¿Y vas a dejar todo?

ELLA: Dejar todo… no es dejar todo. Allá tengo todo en realidad.

ÉL: ¿Y la facultad?

ELLA: En el sur hay facultad

ÉL: ¿Y el laburo?

ELLA: Conseguiré alguno allá, no sé

ÉL: ¿Tan decidida estás?

ELLA: Sí, el sábado viajo.

(No lo dijo, pero lo habrá pensado)

ÉL: ¿Y yo?

lunes, 21 de junio de 2010

Los elegidos

por Leandro Palazzo

No cualquiera tiene la posibilidad de ser elegido. Si estás leyendo esto, bien. A partir de ahora sos uno de los seleccionados. No pienses nada, no es ni bueno ni malo, es lo que te tocó en este momento por estar leyendo esto. Ahora, afrontar la responsabilidad de ser uno de los elegidos está en tus manos. Este paréntesis te permitirá decidir irte o tomar el coraje necesario y quedarte, yo te avisé (somos la degeneración del 10, avivate).


Por algún motivo nosotros aprendimos a leer, a diferencia de otros que no tuvieron esa suerte bajo el mismo cielo, y este es un ejemplo de las miles de cosas que tuvimos la posibilidad de aprender y hacer en comparación con otras personas, iguales a nosotros, aunque con distinta suerte; que no han podido lograrlo por culpa las de las eternas manipulaciones de los verdaderos dueños del poder imperante en cada década (por mencionar de manera educada a los responsables de la situación actual del mundo).


Ahora, ¿qué hacemos sabiendo que somos los elegidos? Podríamos negar que lo somos, o lo que es peor, ser conscientes de que contamos con esta suerte y, sin embargo, preferir hacer de cuenta que no existe. No hacerse cargo pareciera ser más simple. Los brillos, que son brillos falsos y que encima no nos corresponden y nunca nos corresponderán aunque nos hagan creer que algún día los alcanzaremos, intentan en estos tiempos que nuestras miradas se desvíen para distraernos y lograr que evitemos recordar que somos los elegidos.


Una vez que superemos el paso de quedarnos sentados mirando lo que algunos dicen, estaremos en condiciones de avanzar con la idea de poner en práctica la misión que tenemos por ser elegidos. Es más simple de lo que puedan llegar a imaginarse, es cuestión de comenzar a vivir sabiendo que somos los que podemos lograr el cambio, así como nos enseñaron grandes maestros, que alguna vez también fueron jóvenes, e incorporando aquello que iremos aprendiendo. Saber que cada uno, desde su lugar (nunca puede ser humilde el lugar si tiene buenas intenciones) tiene la capacidad y la responsabilidad de construir aquello que el resto de nuestra generación no podrá construir, pero que estará apoyando si brindamos nuestros esfuerzos desde la más pura honestidad. Será un comienzo, sin dudas uno de los tantos ladrillos que se necesitan para construir las bases del futuro. Pero estos ladrillos no deberán ser de los duros, con la experiencia del pasado debemos aprender que estos tendrán que ser blandos y moldeables, y serán los que reemplazarán a aquellos viejos que en su rigidez cada día se agrietan más.


sábado, 19 de junio de 2010

De cerca y de lejos

por Luciano Ferrari

Quizás quiera oírte y será por ello que mis ojos no pueden entenderte. Alzaré la voz hasta que ya no puedas hablarme. Acariciaré tus palmas tan suavemente que mi alma llegará a herirte.

Pero no quiero querer. Deseo tenerte lejos y así poder cada vez más acercarme a la claridad de tus palabras, que extraño pero nunca deseé.

viernes, 11 de junio de 2010

Carta abierta a los antis

por Alejandro Bianco

Hola, antimundialistas del mundo. Este mensaje es para ustedes, para los que odian el Mundial y toda la parafernalia que éste conlleva. Tranquilos, no se desesperen. El Mundial no va a impedir que se venga la revolución bolchevique ni que las mentes de los hombres dejen de estar bien lavaditas. Para eso ya está el Tinelli crónico, los mensajes al *2020 o hasta las paquitas de Xuxa, quién te dice. Para eso ya estuvo la Iglesia durante tanto tiempo. Y no me van a negar que, por lo menos, un gol de Tévez es un hecho ligeramente más estético que la cara de Ratzinger.

No teman por la osada promesa del Diego de ponerse en bolas en el Obelisco si salimos campeones. Probablemente, hasta pida que se la chupen, bueno, pero les aseguro que no estarán obligados. A mucho garca yo sí me veo obligado a chupársela cada tanto. Hablo en un plano metafórico, pero que, no obstante, suele ser más diabólico que el literal.

No renieguen del Diego, única razón por la que no nos caemos del mapa. No teman de su impostura o de su “grasitud”: prefiéranla siempre a la de Mirtha Legrand.

No demonicen el Mundial, que encima es gratarola. Seguramente, día a día la pasan peor dentro de los subtes, que encima son pagos.

No sin falta de tino, ustedes hablan de “nacionalismo barato”. De acuerdo, han dado en el blanco: es un nacionalismo berreta; pero, por lo menos, el fervor futbolístico probablemente sea el único “nacionalismo barato” que no mata a nadie.

El Mundial no es el apocalipsis, che. ¿Acaso no les gustan las fiestas? El Mundial sería como una fiesta que dura un mes.

Tranquilos, antimundialistas: hasta en una de esas el Mundial les regala algo de magia y de talento, y sin tener que pagar un sope.

lunes, 7 de junio de 2010

Vida inteligente

por Alejandro Bianco

Hay algo que no me gusta de las hormigas. Probablemente sea su obsesión por el sistema, por el orden, por la sublime fatalidad de lo cotidiano.

Estoy sentado en el banco de una plaza, sumido en pensamientos inútiles o decorosos, pero de repente despierto, miro hacia abajo y descubro un prolífico mundo de hormiguitas que van de acá para allá, zigzaguean, se chocan, se pierden en sus caminos imaginarios y vuelven a comenzar. ¿Qué quieren?

No están drogadas ni conducen borrachas, sólo son maniáticas de la orden cumplida a vaya a saber uno qué reina gorda y perezosa que vegeta en su hormiguero perfecto, lejos de esos embotellamientos microscópicos. Calculo que nosotros también nos debemos de ver así desde un helicóptero o desde una nube cercana.

No me gusta esa sumisión, ese levantarse cada día y hacer lo que uno tiene que hacer porque se es hormiga y ya.

Pienso si vivir consiste sólo en eso, en ser inteligentes.

Sigo en la plaza. Una de las hormiguitas está acá abajo, soportando el peso desproporcionado de un pedacito de hoja seca. Es de un heroísmo estúpido. Bastaría poner mi zapatilla por encima de ella y raspar la tierra como si estuviera quitando una manchita con mi suela. Y sin embargo, me agarra una especie de pudor sagrado y me quedo duro: la veo irse, borracha de trabajo, bajo el sol de una mañana inteligente.

viernes, 4 de junio de 2010

Hasta el fin del mundo

por Leandro Palazzo

“No estamos en una época en la que podamos hacernos los boludos”, prorrumpió fastidiado, y mientras la gota más delicada de sudor recorría las líneas de su frente vio que venía el colectivo. Subió sin hablar, como pensando en otra cosa, sin embargo era evidente que aún retumbaban en su cabeza las propias palabras que acababa de decir. Su amigo, condescendiente, en cambio prefirió mirar a la mina que subía delante de él. Pero cuando apoyaron sus espaldas en el asiento, el dialogo continuó en la misma línea. “Vivimos anestesiados muchos años, sumisos a lo que nos dictaban, con miedo, con ese miedo que soportan las personas traumadas. Somos un pueblo traumado, pero depende de nosotros decir mañana eramos en lugar de somos un pueblo traumado”. Sus palabras eran sabias y escondían algo de soberbia imperativa, pero su amigo lo escuchaba comprendiendo que tenía razón. Para decir estas cosas más bien no titubear, aunque nos señalen de arrogantes. Cuando hablaba, su cara también expresaba, sus cejas bailaban al compás de las palabras, y cuando enfatizaba sus pensamientos fruncía el seño, como un nene enojado. Creo que verdaderamente se enojaba cuando hablaba, pero eso demostraba que sentía lo que decía. “Es difícil, pero el cambio debe nacer algún día” – dijo – “La historia está colmada de erosiones populares que como volcanes arrasaron con las convenciones que parecían eternas. ¿Porqué no creer que en cualquier momento el fuego líquido, ese que nacerá del fervor, comenzará a quemar las ciudades? Cuando eso suceda tenemos que estar preparados. Yo no quiero estar dormido en ese momento, quiero estar despierto, bien despierto, gritando, viviendo”. Cuando terminó de exponer, quizás mientras algunos rezagos de sus ideas aún le hacían cosquillas en la nuca, su amigo, observándolo, se sintió afortunado. Se sintió felíz por conocerlo, por ser su amigo, por escucharlo. Se sintió entusiasmado porque seguramente cuando llegara aquel día estaría acompañándolo. Se sintió orgulloso de haberlo conocido, sabiendo que de lo contrario, cuando llegara el día, en lugar de estar gritando con él, estaría viendo el fin del mundo en silencio por televisión.

martes, 1 de junio de 2010

Reina de living-room

por Alejandro Bianco

Echada en un sillón de mimbre, a las tres de la tarde de un martes, la reina de living-room ojea la Cosmopolitan de hace dos meses, ¿buscando qué?

Llena la mesa del comedor con once o doce frasquitos de cosméticos, pero el chico que le gusta sólo se fijará en “lo gauchita” que se muestre en la cama, cama que ella intentará postergar lo máximo posible. El resto, los cuatro o cinco que sí enloquecen con esas capas de pintura, para ella son pesados y re losers. Sucede que, a diferencia del rey de El Principito, esta sí es una reina con súbditos.

Se burla de Ricardo Fort, pero su máxima utopía pasa por viajar a Miami lo máximo posible, como “el grasa ese”, como quien se hace una escapada al Alto Palermo o a La Salada.

No sabe que alguien le diría que es re grasa decir todo el tiempo “re grasa”.

Levanta las banderas del feminismo y realza la independencia económica de la mujer, pero dejaría todo, carrera y amigas, por una vida de extensiones a la tarjeta de cualquier businessman. Eso sí, futbolista nunca, ojo.

Odia a Cristina por sus carteras, pero también llegará a los cincuenta “pintada como una puerta”, aunque no presidencial.

Sostiene que el mal de este país es que “está lleno de vagos, de negros que no quieren trabajar”, pero ella prefiere seguir viviendo de sus padres ya que dice no estar para un call center o para vender ropa en alguna casa del centro y que la miren todos.

Desde su living, juzga al mundo con la suficiencia de una verdadera reina, una verdadera Reina Reech en el jurado del Bailando.

Su corte son sus papás, su ejército son los veinte soldaditos de plástico con los que juega su hermanito en el piso de su living.

Termina de ojear la Cosmopolitan, termina su imaginación. Dentro de su cuento, ella era Wanda Nara; su príncipe era un yuppie de los años noventa.